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CRÍTICA: ASTEROID CITY

¿Qué carajos es Asteroid City y qué relación tiene con David Bisbal? (ojo, clickbait)

Desde hace unos meses ya se puede ver la última obra magna de Wes Anderson, actualmente disponible por ejemplo, en FILMIN.

La peli tiene las Wandersonadas de siempre, como por ejemplo las peculiares paletas de colores pastel que nos dan a pensar que en los 50 la gente lavaba la ropa con algún derivado de la lejía y que iban todos desvaídos por la vida; colores que nos hacen recordar -ni que sea de manera inconsciente- las fotos viejas de la América de mediados de siglo pasado. Encontramos también los encuadres con denominación de origen basados en la geometría y las matemáticas puras, de líneas rectas, de ángulos rectos, o los movimientos de cámara con personalidad propia -más concretamente la personalidad de un genio loco o de un comediante de stand up cargado de humor negro.

Me atrevería a definir los movimientos de cámara del bueno de Wes de cómicos, sin mucho miedo a quedar como un cretino. Porque a ver, ¿un hecho hilarante te arranca una risotada o como mínimo te arquea los labios por bajo la nariz de manera inconsciente no? Pues a un servidor, le pasa esto en algunos de los planos de esta locura fílmica, lírica y literaria.

La cámara es, como seguro ya habréis leído alguna vez en alguna que otra compilación de palabras, un personaje más de la peli. Pero es que en Asteroid City, este personaje tiene un peso importante y hace las funciones de narrador cuando el narrador -que como veremos a continuación, sí existe- no está en la escena.

La cosa empieza como la retransmisión en directo de algún programa de algún canal de la tele yanqui de los cincuenta. El conductor -el narrador-, en blanco y negro y 4:3, nos presenta al guionista de una obra teatral que se tiene que empezar a representar muy pronto, un Edward Norton contenido y estelar. Sin darte cuenta, te asomas al escenario del teatro, el día del primer ensayo general, de la primera lectura del libreto, en la que el escritor nos presenta, sobre todo, a los personajes principales.

Acto I, la acción pasa en tal lugar, la escenografía incluye esto y aquello otro, vemos uno u otro punto de interés. Mientras el guionista relata donde estamos y que vemos, el departamento de arte continúa pintando el decorado, el eléctrico preparando la iluminación, el técnico de sonido teatral testando sus cacharros sonoros y los actores poniéndose en la piel de sus personajes por primera vez. Finalmente, nos sitúa en el marco temporal del primer acto, septiembre de 1955. Acto segundo, al día siguiente y acto tercero, al cabo de una semana. Y ahora si, empieza la peli. La peli que ya había empezado con la lectura de guion. El guion que ya había empezado con la retransmisión en directo.

Meta cine, dentro de meta teatro, dentro de meta tele. Literatura y lírica, al fin y al cabo.

Y con la peli, pasamos al cinemascope y al color -ese color, sí- y a la dinámica clásica de una peli de Anderson, de las que ya todos conocemos. Los diálogos sarcásticos, las situaciones estrambóticas y las actuaciones contenidas y satíricas al mismo tiempo.

Los actores van interpretando sus papeles -recordamos, los del guion teatral- dentro de la película -que es la obra de teatro al mismo tiempo-. encontramos, con alegría, a Tilda Swinton, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jake Ryan, Jason Schwartzman o Tony Revolori, actores que ya tienen experiencia en interpretar a los personajes nacidos de la mente de Anderson.

Pero es que la lista empieza a hacerse más y más grande a medida que pasan los minutos y sin acabarlo de creer vemos aparecer en la pantalla a Scarlett Johansson, Tom Hanks, Jeffrey Wright, Bryan Cranston, Liev Schreiber -googleadlo, que diréis aquello de ‘ah si…’-, Steve Carrell -sustituyendo a Bill Murray, que se contagió de covid antes de empezar el rodaje en Chincón, a una hora escasa de Madrid-, Matt Dillon, Jeff Goldblum o Margot Robbie entre algunos más. Una o varias constelaciones de estrellas alucinante que convierten esta cinta en una auténtica lucha interpretativa de primera división y que, solo por este hecho, ya merece una mención más que especial.

Cuando te has medio recuperado del impacto, empieza el baile y sin tiempo para reflexionar, el director nos va haciendo saltar del cine al teatro y a la tele y volver a empezar, a placer. Cuando necesita entrar en la mente del guionista -cuando necesita que nosotros entramos en su mente- rompe la cuarta pared -la rebienta, qué carajo- y bajamos un nivel en la conciencia del creador o subimos otro porque aquello que se tenía que resolver se ha resuelto.

Con este juego, pues, vamos navegando por los motivos del escritor a lo largo de toda la historia -a veces perdiéndonos- y persiguiendo la última acción de la cámara y sus movimientos narrativos.

La historia -las historias, todas interrelacionadas en la mente del guionista y también ante nuestros ojos- van encadenandose y avanzando con la cadencia del guión. Pasan cosas, cosas como alienígenas inventariadores, amores juveniles -siempre los amores juveniles eh Wes?-, persecuciones policiales cíclicas sin inicio ni final, pérdidas y duelos y comunicación familiar y relaciones maduras… Pasan cosas, sí, pero a punto de terminarse la peli, ¿no puedes evitar preguntarte qué leches estás viendo, ‘que carajos es esto de Asteroid City’?

Y para mí, la respuesta viene al final, en la canción de los créditos de cierre, que lleva por título ‘You can’t wake up if you don’t fall asleep’ (en inglés en el original) que vendría a ser algo parecido a ‘No puedes despertarte si no te duermes antes’.

¿Y la conclusión, pues?

Pues que tendréis que ver la película para sacar vuestras propias conclusiones, no tendría el valor de poner negro sobre blanco las que me vinieron a mí a la cabeza.

¿Y la relación con David Bisbal, entonces?

Pues que como al tramendo artista de las variedades natural de Almería, en ese vídeo que corría por las redes hace unos años, la cosa nos ha dejado ‘con el culo torcío’.

¿Y qué, y qué, tenemos que verla, entonces?

Pues… a mí me ha gustado.

Puntuación: 4,5/5

Asteroid City